TIEMPO
RECOBRADO
La política ausente, de Pedro G.
Cuartango en El Mundo
Se comenta con frecuencia que
la política está en crisis pero este juicio me parece demasiado benévolo. Sería
más acertado decir que la política está ausente de las instituciones
políticas.
El Parlamento se ha convertido en un escenario vacío, los
partidos son estructuras teledirigidas desde las cúpulas, las propias
instituciones están secuestradas por el poder.
La política ha huido de lo
político y se ha refugiado en el espectáculo, donde el debate es sustituido por
la representación. La filtración periodística ha desplazado a la ideología. Es
en este dominio de lo mediático donde se dirimen en última instancia las luchas
de poder.
Cualquiera que escuche a Rajoy, a Zapatero o a Carod-Rovira
puede darse cuenta de la degradación, de la trivialización de un discurso
político que suena puramente vacío.
Ya lo decía Karl Mannheim: el
lenguaje político es una pura legitimación de lo dominante, una sublimación de
intereses, una superestructura que falsea las contradicciones de lo
concreto.
El discurso político se ha vuelto esencialmente esquizofrénico
porque se ha apartado de lo real. Apela a ideas y conceptos vacíos, a
imaginarios cuya fuerza simbólica ha desaparecido hace muchos años. Es
esencialmente añoranza de lo edípico, en el sentido freudiano del
término.
Lo político se va por la puerta de atrás del Parlamento y los
partidos, pero reaparece de manera subliminal en lo mediático, terreno de juego
donde se dirime el poder.
Esa separación esquizofrénica de lo político y
el poder, del discurso y el deseo, de la palabra y la acción marca el espíritu
de este tiempo en el que lo verdadero es sólo un momento de lo
falso.
Siguiendo la metáfora de Deleuze, la política funciona como
producción deseante que no se puede satisfacer en su ámbito y se refugia en el
campo de la representación. Allí el deseo es libre de materializarse en
cualquier imagen.
Deleuze describía en su Antiedipo la naturaleza
esquizofrénica de un capitalismo en el que lo abstracto -el dinero y el poder-
producen una frustración del deseo. El mismo esquema es aplicable a una política
que frustra cualquier discurso ideológico y lo traslada a ese ámbito de la
representación y de lo mediático.
Paradójicamente, la única manera de
interpretar hoy el mundo en claves políticas es descifrar el lenguaje de la
representación, donde se oculta la lógica del poder. Mirad el espectáculo y
veréis a la política reaparecer tras la máscara de los actores.
©
Mundinteractivos, S.A.
divendres, 24 / juliol / 2009
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